La imagen es una de aquellas esculturas que
llaman de vestir, en madera policromada, que mide 1.60 metros aproximadamente.
Su rostro, de una gran expresividad se nos presenta ligeramente pálido, con la
cabeza inclinada y abundantes lágrimas sobre las mejillas. Las manos juntas en
actitud de oración y súplica. Está recubierta por riquísimos mantos que le
ofrecen sus devotos y adornada con las valiosas joyas de su ajuar: un corazón
sobrepuesto, atravesado por siete espadas, la corona de la Inmaculada con las
doce estrellas y la media luna bajo los pies.
Su fiesta se celebra el Viernes de Dolores,
es decir, el viernes que antecede a la Semana Santa. Como preparación para
ello, durante los días previos, al caer la noche, se realiza la popular Setena
“novena” de siete días en honra de los Siete Dolores de María que constituye
“la más arraigada y entrañable tradición religiosa cajamarquina”. Durante el
resto del año también tiene lugar una Misa muy concurrida, todos los días
viernes. Una de las más célebres que desde tiempo inmemorial el pueblo
cajamarquino venera en su histórica Plaza de Armas, en una amplia y sólida
capilla de piedra primorosamente labrada.
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